El día anterior el hecho de
tener la cabeza de su mejor amigo sobre su hombro mientras el otro dormía le
habría parecido lo más normal y natural del mundo. Después del sueño que había
tenido esa misma noche, pero, las cosas ya no le parecían tan sencillas.
Juri estuvo tentado de
despertarlo, pero el mayor necesitaba todas las horas de sueño que pudiera
conseguir ya que últimamente estaba muy ocupado con los preparativos del
festival escolar y los profesores no dejaban de esperar que siguiera siendo el
número uno. Sin embargo, pese a la capacidad del más bajito de ver la situación
con objetividad, su estómago no dejaba de hacer movimientos raros y cuando miró
abajo para protestar y, sin querer, vio la cara del mayor, algo en su pecho se
movió por primera vez.
Hipnotizado por la
tranquilidad reflejada en la cara del otro y por el lento subir y bajar de su
pecho cuando respiraba, Juri no podía apartar la vista de su mejor amigo y, sin
ser consciente de ello, se fue acercando lentamente a él.
‘Un poco más’ pensaba, ‘sólo
un poco más’.
Pero ni él mismo sabía para
qué faltaba un poco más ni por qué su cuerpo parecía tan ansioso por
conseguirlo. Por suerte, o desgracia, suya, cuando su cara estaba tan cerca del
rostro del otro que no pudiera haberse acercado más sin que se tocaran, la
puerta de la azotea se abrió y uno de los compañeros de clase del menor salió
por ella.
- Ah, Tanaka-kun…
- Anderson… -murmuró Juri,
masajeándose la nuca, que había soltado un doloroso crujido cuando su
propietario había movido la cabeza bruscamente al descubrir otra presencia en
el lugar donde antes estaba solo con su mejor amigo.
- ¿Puedo hablar con Kyomoto-sempai
un momento? –preguntó el recién llegado.
- Está durmiendo –contestó Juri,
más bruscamente de lo que pretendía.
- Es urgente.
Matsumoto-sensei nos acaba de decir que los carteles del festival tienen que
estar preparados hoy por la tarde y necesitamos al presidente para acabar de
decidir los detalles –explicó el más alto.
Juri chasqueó la lengua,
dirigiéndole una mirada casi asesina al miembro del consejo estudiantil que
tenía enfrente.
-
Le diré que venga a veros cuando despierte –farfulló.
-
Pero es urgen… –empezó el mayor, aunque su voz se fue desvaneciendo cuando
vio la expresión del otro.
-
Ya se lo diré cuando despier…
Pero Juri no acabó la frase,
porque la figura que tenía apoyada en el hombro empezó a moverse y se
incorporó, frotándose los ojos para acabar de eliminar el sueño que en ellos
pudiera quedar.
-
¿Juri? –preguntó, con los ojos aún medio-cerrados.
En ese momento, Juri se dio
cuenta de tres cosas; había estado a punto de besar a su mejor amigo, no quería
que nadie más que él viera la cara que este hacía en ese momento y Anderson
estaba empezando a irritarlo de verdad.
-
Kyomoto-sempai… -empezó este y Juri presenció la transformación del mayor
de los tres por infinitésima vez, en menos de diez segundos, su mejor amigo se
convirtió en el presidente del consejo estudiantil, el número uno del instituto
al que todos los profesores pondrían como ejemplo si les importaran un pimiento
los alumnos diferentes a él.
No pasaron más de cinco
minutos antes que Taiga se fuera a cumplir sus obligaciones como presidente del
consejo y Juri se quedara solo en el mismo sitio donde había estado sentado
junto a su mejor amigo. Entonces el Tanaka suspiró y, mientras recordaba como
era tener la cabeza del otro reposando sobre su hombro, volvió a pensar en lo
que había estado a punto de pasar antes que su compañero de clase los
interrumpiera.
Se había quedado mesmerizado
por la perfección del rostro del mayor y había estado a punto de…
- …besarlo –susurró, a la
vez que sus mejillas enrojecían y su mano se dirigía automáticamente a sus
labios-. ¿Pero qué me está pasando? –suspiró, sacudiendo la cabeza para sacarse
todas las ideas raras que esta pudiera contener.
Taiga estaba preocupado,
hacía días que su mejor amigo se comportaba de una manera extraña. Cada vez que
se encontraban, el menor se ponía nervioso y, o bien empezaba a tartamudear tan
pronto él se le acercaba, o bien se apartaba de él con algún pretexto
sospechosamente extraño. A esas alturas, el presidente del consejo ya no sabía
si era sólo casualidad o si Juri lo estaba evitando expresamente.
Faltaban cinco días para el
festival escolar y Taiga no podía mantenerse lo bastante despierto el tiempo
suficiente para acabar de organizar las cuatro cosas que le quedaban. Por si
fuera poco, ese mismo viernes tenía que entregar un trabajo en la academia
donde iba casi cada tarde después de acabar los deberes y casi ni había mirado
el tema del trabajo.
Normalmente, en momentos
como este, el chico aprovechaba los descansos de la comida para dormir en la
azotea, mientras Juri vigilaba que nadie le molestase y le advertía que comiera
ni que fuera un poquito. Pero esta vez, en lugar de Juri yéndole a buscar para
que durmiese, como siempre hacía, el menor no se veía por ningún lado y el
presidente del consejo de estudiantes tenía que añadir la preocupación por su
mejor amigo a su larga lista de problemas agotadores.
El más alto caminaba por el
pasadizo, de camino a la sala del consejo cuando casi choca con su mejor amigo,
que hablaba con uno de los muchos conocidos que tenía en club de básquet. La
sonrisa en la cara del menor le hizo recordar las muchas veces que se había
despertado con la cabeza sobre su hombro o en su regazo, la sonrisa que este le
dedicaba cada vez, tan diferente a esa que veía ahora pero tan parecida al
mismo tiempo.
Los otros dos pasaron junto
a él y el presidente sólo recibió una inclinación de cabeza por parte del chico
que no conocía y una mirada acompañada de un ceño fruncido por parte de su
amigo. El mayor no podía evitar pensar en qué debería haber hecho mal para que
el menor le ignorara de aquella manera y un suspiro escapó sus labios cuando se
giró para ver su figura alejarse.
- Juri…
El festival había sido un
éxito. Los miembros de los clubes estaban terminando de recogerlo todo y él,
como miembro del consejo estudiantil y, más aún, su presidente, tenía que
comprobar que todo estuviera en orden y ayudar a recoger su clase para que los
demás no tuvieran que quedarse más de la cuenta. Hacía dos noches que casi no
dormía, el trabajo a entregar el viernes y el hecho de tener que estar temprano
en el instituto para acabar de preparar toda la movida provocada por el
festival se lo habían impedido respectivamente. Si durante la semana parecía un
fantasma por su falta de vitalidad, en ese momento no creía ser demasiado
diferente que uno de los zombis que a Juri tanto le gustaba matar en esos
juegos que le tenían tan enganchado.
-
Juri… -suspiró por milésima vez
cuando por fin se encontró solo.
Había terminado de recoger y
cerrar la sala de reuniones del consejo estudiantil y los vestuarios después de
comprobar que nadie se quedara dentro y se dirigía a la estación de trenes para
coger el que iba a llevarle a casa. Sus ojos permanecían medio cerrados todo el
tiempo a causa del sueño que lo invadía y cerca estuvo más de una vez de chocar
con alguien o algún poste o farola.
Tan pronto se sentó en el
tren cerró los ojos, diciéndose que sólo sería un momento, pero no se dio
cuenta que ya se había dormido y, si no fuera por una suave sacudida en su
hombro, se habría pasado su estación. Abrió los ojos lentamente para
encontrarse con una figura que conocía demasiado bien.
‘Aún estoy soñando’ pensó. El menor hacía tiempo que lo evitaba y no
se habría acercado tanto a él sólo para despertarlo.
-
Taiga –murmuró el otro, volviéndole a sacudir levemente. No quería que el
más alto se quedara dormido en el tren. Igual que pasaba con su cara de recién
levantado, no quería que nadie más viera lo pacífico que se veía mientras
dormía-. No deberías dormir en el tren…
-
Mmh…
Juri no obtuvo ninguna
respuesta con más coherencia que esta y acabó decidiendo bajar a su mejor amigo
del tren él mismo. No podía dejarle allí solo, no después de haber visto como ese
viejo sentado en una de las esquinas del vagón se lo comía con los ojos.
El mayor se dejó llevar,
pensando que aún no estaba despierto, habría sido demasiado vergonzoso si eso
estuviera pasando de verdad, dejarse llevar por un kouhai que, además, era más
bajito que él…
Dicho kouhai cogió el otro
chico a cuestas y empezó a dirigirse hacia la casa del mayor, mientras este se
acurrucaba más contra su espalda, dejando que el aroma del ‘Juri de su sueño’,
como lo había nombrado, le meciera hasta quedarse dormido nuevamente.
Al llegar a su destino y sin
soltar a su mejor amigo, el Tanaka llamó al timbre y esperó hasta que la madre
del otro saliera a abrirles la puerta. La Sra. Kyomoto enseguida le dio las
gracias y se disculpó por las molestias ocasionadas por su hijo, ante lo cual
Juri sólo sonrió y murmuró que no era ninguna molestia, incapaz de decir que
era culpa suya por no haberle dejado dormir sobre su hombro antes de que llegar
al punto de dormir en cualquier lugar.
La insistencia de la madre
del mayor para que se quedase en su casa funcionó demasiado bien y, después de
dejar a Taiga en su cama y de alegar que estaba demasiado cansado para tener
hambre, Juri se tumbó en el futon que la Sra. Kyomoto le había preparado al
lado de la cama de su hijo y no pudo evitar volver a pensar en la semana que
había pasado lejos de su mejor amigo.
Involuntariamente, levantó
la vista y, otra vez, quedó hechizado por la apariencia tranquila que su amigo
tenía cuando dormía. Se incorporó y se acercó al otro con una leve sonrisa en
los labios. Había echado de menos esa expresión.
Esta vez sí que sabía lo que
hacía cuando se acercó aún más al otro, hasta que pudo notar su leve
respiración en los labios, más, hasta que tuvo que desenfocar la vista para
seguir mirándolo, y más, hasta que, por fin, sus labios se tocaron. Se quedó
inmóvil durante unos segundos, cautivado por la maravillosa sensación que le
había conquistado las entrañas con ese simple roce, y después se alejó
suavemente, con la intención de volver a tumbarse tal y como estaba antes pero
su camiseta se quedó enganchada con algo y, cuando miró qué era para
desengancharse, vio que ese algo era la mano de Taiga.
Sus mejillas decidieron
escoger ese momento para encenderse y, ajustándose como pudo para que el otro
no soltara su camiseta, adoptó una posición suficientemente cómoda para dormir.
Taiga cerró los ojos con
fuerza a causa de la luz y los abrió lentamente. Una figura le miraba desde la
puerta de su habitación y, de golpe, se dio cuenta que todo lo que había pasado
la noche anterior desde que se durmiera en el tren no había sido un sueño.
-
Juri… –susurró, dirigiéndole una mirada confusa a su mejor amigo-. ¿Qué…?
–empezó, sin tener muy claro que iba a decir-. El… ese beso no ha sido un
sueño, no ha sido sólo otro sueño, ¿verdad? –la expresión pintada en la cara
del menor le confirmó sus sospechas y, sorprendiéndole, una ola de alivio le
recorrió de pies a cabeza-. ¿Por qué… por qué lo hiciste?
-
Tai-chan… –comenzó el menor nerviosamente, su voz ronca. Taiga se
estremeció, hacía mucho tiempo que no le llamaba así-. Yo… ¿e-estabas
despierto?
El mayor asintió levemente,
aún aturdido por la manera en que su mejor amigo le había llamado. Justo entonces,
Juri se dio cuenta de algo que el otro acababa de decir.
-
¿O-otro? –preguntó, inquieto por la respuesta que pudiera obtener-. ¿Ha-has
soñado que te be-besaba alguna vez?
Taiga apartó la mirada, pero
el color que se había instalado sobre sus pómulos revelaba cualquier
información que hubiera querido esconder. Nerviosamente, empezó a toquetear las
mantas que lo cubrían y se enredó aún más en ellas de lo que ya estaba después
de despertarse.
Mientras, Juri se había
acercado, aún incrédulo por la información que le estaba siendo desvelada.
-
¿D-desde cuándo?
Pero el otro no contestó y
el menor continuó acercándose más y más a él hasta que estuvo justo delante de
la cama.
-
Tai-chan –repitió, decidiendo que la cara sonrojada del otro tampoco podía
ser vista por nadie más que él.
Atraído por el magnetismo que
el otro tenía sobre él, siguió aproximándose al mayor hasta que sus caras
estuvieron a menos de diez centímetros. Pero entonces se dio cuenta de lo que
estaba haciendo y sus mejillas también enrojecieron. Estaba a punto de
apartarse cuando el otro se giró y acabó de acortar la distancia que había
entre ellos. Por un instante, se quedó petrificado, pero enseguida cerró los
ojos, dejó de pensar y se dejó envolver por esa extraña sensación que lo
invadía cada vez que sus labios se tocaban.